Necesito un psicólogo
Vale… Necesito un psicólogo. Pero… ¿Y ahora qué?
Una vez asumida la necesidad de ayuda profesional y determinados a dar el paso, la primera tarea a la que nos enfrentamos cada uno de nosotros es la de encontrar dicha ayuda, algo que, al menos a priori, parece sencillo. Decimos parece porque, en realidad, cuando encaminamos nuestros pasos hacia el buscador y tecleamos psicólogo, obtenemos tal aluvión de resultados que convierten lo aparentemente sencillo en abrumador.
«A ver si lo que pensábamos que iba a ser como ir a comprar el pan se va a parecer más a uno de los trabajos de Hércules…».
Sea como fuere, el siguiente paso que afrontamos en nuestro camino hacia estar mejor consiste en decidir. Para ello, no obstante, debemos plantearnos antes de nada qué criterios guiarán mejor nuestra decisión o, dicho de otro modo, qué tenemos que tener en cuenta para hallar el centro o el profesional más adecuado para nuestro problema.
«Pues sencillo, sencillo… no va a ser».
Siendo sinceros, no es infrecuente que en nuestras decisiones nos dejemos llevar por criterios… no muy acertados, por decirlo con tacto. Todos lo hacemos, que conste. Pensemos, por ejemplo, en la elección de un lugar (restaurante, gimnasio o lo que sea) basada fundamentalmente en la cercanía. Comodidad no es lo mismo que conveniencia. Y, aunque ambas empiecen por c, confundir esto puede llegar a resultar desde poco adecuado hasta perjudicial, incluso.
Toda esta confusión mental que arrastramos de manera habitual, precisamente, hace que no sea de extrañar el que cuando se revisan los criterios más frecuentes que utilizamos en la búsqueda de un terapeuta los primeros en aparecer sean, cuando menos, cuestionables.
«No… Si ya me decía mi abuela que no sabía para qué tenía la cabeza».
Posicionamiento en el buscador
Por muy obvio que parezca pensar que el centro o psicólogo mejor posicionado en el buscador es el mejor de la ciudad… no tiene por qué serlo. Esto no significa ni sí ni no. Simplemente significa cuidado con el oro parece… Y, aunque es posible que este posicionamiento sea el reflejo de un trabajo bien hecho, también puede perfectamente estar influido en última instancia por otros factores que nada tienen que ver con la psicología, tales como el dinero invertido en publicidad o la cantidad de contenido indexado por el buscador.
«Por algo decía mi maestro que cuando alguien está muy interesado en venderte algo es porque no lo necesitas».
El precio
Con el precio está claro que se toca una fibra más que sensible. De hecho, son más bien escasos los dichosos para los cuales el dinero no supone un condicionante. Para el resto de los mortales, desgraciadamente, el dinero, o la falta de éste, en la mayoría de los casos lo es, cuando no supone, directamente, un impedimento.
Sin embargo, basar nuestra decisión en un criterio como el precio tampoco parece ser la mejor opción dado que ni un coste elevado ni uno bajo nos pueden asegurar la adecuación de la terapia a nuestras necesidades ni a, por tanto, la consecución de nuestro objetivo último: estar mejor.
«Está claro: lo barato sale caro. ¿Y lo caro? Pues a veces también sale caro».
Metodología de trabajo
Aunque en ocasiones parecemos no tenerlo en cuenta, conviene mencionar, respecto a este punto, que la formación de un profesional de la psicología conlleva años de preparación teórica durante su etapa universitaria en los cuales se estudian diversas escuelas y metodologías para intervenir sobre diferentes psicopatologías. Posteriormente, asimismo, es frecuente la especialización de dicho profesional en alguna orientación determinada, con el objetivo de optimizar la intervención cuando se enfrenta a algunas de las citadas patologías.
¿Significa esto, en cualquier caso, que todas las escuelas psicológicas intervienen con el mismo grado de eficacia sobre todas las personas? La respuesta -y esto es muy importante tenerlo en mente- es no. Por este motivo, el profesional de la psicología tiene la obligación de adaptar la intervención a las necesidades particulares del paciente, en vez de intentar cuadrarle a éste la metodología con la que, como psicólogo, se encuentra más cómodo, ya que, además de ser éticamente cuestionable desde el punto de vista profesional, este hecho resulta contraproducente tanto para la formación del vínculo terapéutico como para la adherencia del paciente al tratamiento.
«Supongo que si siempre bastara con un martillo para arreglar las cosas nadie se tomaría nunca la molestia de hacerse con una buena caja de herramientas».
La página web
Aquí… bueno pues aquí es donde decidir se puede tornar perfectamente en elegir. Y, antes de que nadie salte con el «pero si es lo mismo», aclararé que no, no lo es. Elegir es algo que hacemos de manera automática, intuitiva y fundamentalmente emocional; mientras que decidir es el resultado de un proceso consciente, racional y, por tanto, asociado a un análisis previo.
Cuando buscamos información en internet y empezamos a sumergirnos en las diversas páginas, es natural que sintamos cierto… feeling –perdón Real Academia Española–, cierta atracción por alguna de ellas, ya sea ésta provocada por el diseño de la propia página o por lo que leemos en ella sobre los profesionales a los que representa.
Pese a no ser algo negativo de por sí, esto toca la cuerda de la emocionalidad, no la de la racionalidad. Es decir, ante esta situación, el cerebro le pasa la pelota al corazón y le dice: «¡Tú la llevas!». Por primera vez en este listado, sin embargo, y al contrario de lo que hemos hecho hasta ahora, nos convertimos en sujetos activos y libres.
Que elegimos en vez de decidimos, pues sí. Pero, al menos, lo hacemos nosotros, no un buscador o un condicionante externo. Y ello al margen de que el corazón, en muchas ocasiones, dista mucho de ser un mal consejero.
«Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere…».
Bien… Ya he elegido un psicólogo. Pero… ¿Y ahora qué?
Probablemente esta pregunta esté surcando nuestra cabeza cuando nos dirigimos hacia la primera consulta o mientras aguardamos en la sala de espera o… a todas horas desde que decidimos –o elegimos– al profesional que deseamos nos guíe en nuestra particular odisea hacia el bienestar.
«¿Y ahora qué?». Gran pregunta… Ahora, ante la incertidumbre, es el momento de asumir el riesgo de no saber e, incluso, de equivocarse. De no saber porque, pegaditos a nuestra persona, solemos llevar inseguridades, como la idea de que puede que nadie sea capaz de ayudarnos, y prejuicios, hacia la disciplina o sus profesionales, que poco o nada nos van a ayudar a lo largo del camino.
En cuanto a lo de equivocarse, es algo asociado a cada decisión o elección que tomamos como seres humanos. Vamos, que no es opcional.
El problema, por tanto, no es tener ciertos prejuicios ni experimentar incertidumbre o miedo, sino dejarnos llevar por ellos. Hay que perseverar, sin duda. Eso sí, nunca hay que hacerlo en el error.
«Si, cuando aprendía a andar, no me hubiera levantado una y otra vez después de caerme, todavía seguiría sentado en el mismo sitio donde me dejaron. Afortunadamente, por otra parte, no me dejaron en una pista de hielo».
Simplemente para hacernos una idea de qué factores y en qué medida intervienen en una terapia, podemos mencionar, por ejemplo, la investigación del psicólogo estadounidense M. J. Lambert publicada en 1986. Según ésta, en torno a un 40 % del cambio observado en la terapia se explicaba por las características particulares del paciente y su contexto relacional; un 30 % estaba relacionado con los factores comunes compartidos por las diferentes intervenciones psicológicas; un 15 % respondía a las técnicas o procedimientos característicos de cada escuela terapéutica; y, finalmente, el 15 % restante obedecía tanto a las expectativas del paciente sobre la intervención como a sus conocimientos sobre las técnicas utilizadas.
¿Y esto… se podría explicar de una manera más sencilla?
Por supuesto. O, al menos, que no se diga que no se ha intentado. Dicho con otras palabras, lo que este estudio indicaba es que la eficacia del tratamiento depende en un 40 % de lo que, por decirlo de alguna forma, traemos de casa; en un 30 % de estar asistiendo a una terapia psicológica; en un 15 % de a qué terapia psicológica estamos asistiendo; y, para terminar, en un 15 % de un efecto placebo.
Vale… De acuerdo… ¿Qué?
¿Más sencillo aún? Está bien. Lo que se está intentando decir es que más de la mitad de la responsabilidad sobre la eficacia de una terapia, es decir, sobre el que cada vez estemos mejor, recae en nuestras manos.
Es… es un vacile, ¿verdad?
Que estar bien es nuestra responsabilidad no debería ser ninguna novedad. De hecho, desde el mismo momento en el que comenzamos a buscar ayuda, empezamos a ejercer nuestra responsabilidad. Sin embargo, esto ni de lejos significa que estemos solos.
En todo momento, si todo es como debe, estaremos acompañados por un profesional que nos guiará en nuestra andadura hacia la mejora.
«Menos mal. Empezaba a pensar que… Espera. ¿Has dicho si todo es como debe? No me fastidies. ¿Y cómo sé yo si las cosas son como deben ser?».
Si bien es cierto que abrir la puerta inadecuada en el ámbito psicológico puede agravar nuestro malestar o levantar muros que nos impidan solicitar nuevamente ayuda en un futuro, también lo es el que estar atento a ciertas señales puede ayudarnos a evitar estos traspiés.
En este sentido, a modo de consejo, suele ser un buen indicador el encontrarnos ante un psicólogo que:
nos escucha,
no nos juzga,
se comporta de manera respetuosa,
ajusta la intervención a nuestras necesidades,
protege nuestra intimidad, y
no abusa de nuestra confianza.
«Bien… Pues ya es oficial: esto de elegir un psicólogo es de todo menos sencillo».
Nada que verdaderamente merezca la pena suele resultar sencillo. Simplificando al máximo, en cualquier caso, lo más importante que debemos recordar es que, cuando estemos frente al profesional, tenemos que sentirnos a gusto, escuchados y guiados, encontrando así un espacio de confianza en el que crecer y mejorar.
«¿Y… si, pese a todo, me equivoco?».
Persevera. La vida –la que merece la pena– es eso.
Esperamos que este artículo te haya podido aclarar alguna duda que pudieras tener respecto a cómo buscar un profesional de la psicología. Si sientes que necesitas ayuda profesional o asesoramiento, no dudes en ponerte en contacto con nosotras.